
Comenzamos el siguiente bloque con el primero de los pensadores de una serie de los más revolucionarios e influyentes filósofos de la edad contemporánea.
Hace no demasiado tiempo nombrar a Marx era sinónimo de jugarte la vida. Hoy, afortunadamente no es así, y lo único que provoca cuando se pronuncia su nombre es cierta incomodididad que les predispone a unos a contraatacar con toda la vehemencia posible los principios sobre los que se asienta su filosofía. Otros, se predispondrán en el sentido contrario, preparados para abrazar sin condiciones todo aquello que venga de la pluma del sabio barbudo. Es decir, que su capacidad para remover conciencias es asombrosa e indiscutible.
De esta capacidad para provocar las más profundas adhesiones y aversiones eran conscientes ambos cuando escribieron:
«Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes». (Marx y Engels: «Manifiesto comunista» 1848)
Porque Marx no trabajó solo. A su lado estuvo siempre su amigo Engels, el cual, paradógicamente, como por arte de magia, ha sido injustamente olvidado por la historia de la filosofía…y casi por todas las personas. La proximidad conceptual de uno y otro y el enorme influjo de su pensamiento en la historia de las ideas, dan lugar a un sin fin de derivaciones e interpretaciones con las que la filosofía, la economía y la política se han nutrido desde entonces. Esto explica que, cuando se le preguntaba a Marx qué opinaba acerca de lo que algunos políticos supuestamente seguidores de sus teorías entendían por marxismo, respondiera que, de ser así, él no era marxista.
El pensamiento de Marx es más actual que nunca, toda vez que la cuestión sobre la validez del sistema capitalista es un debate que apenas acaba de comenzar. El caso es que el marxismo sigue vivo, y seguirá estando vivo mientras su opuesto (la defensa del capitalismo) lo esté.

“La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas” (Karl Marx)
Pero aquí nos ocupamos solo de una región del amplio expectro marxiano (que no marxista). Nos referimos a su faceta filosófica, que es, a mi juicio, la más abarcante, en el sentido de que, son sus planteamientos filósoficos los que han de extenderse a la política, a la economía y a la sociología.
Marx nos ayudó a quitarnos una venda de los ojos, y nos instó a que colocásemos la venda sobre otros ojos que sí que no debían ver nada, los de la justicia.

Junto a Nietzsche y Freud, se lo sitúa como «filósofo de la sospecha». Quizá sea este el mejor regalo que pueda hacernos un filósofo: darnos herramientas para que nos sobrevenga la sospecha. En su caso, Marx nos invitó a desconfiar de un sistema que, habiendo nacido con la intención de desarrollar ciudadanos libres e iguales, sin embargo, no hacía otra cosa que generar miseria, crear súbditos, cada vez más privados de su libertad, de su identidad, y cada vez más desiguales entre sí.

Cuando se lee que en el año 2019 la fortuna de los multimillonarios aumentó un 12% mientras que la de la mitad más pobre se redujo en un 11%, y que el 1% más rico de la población mundial acaparó el 82% de la riqueza generada, mientras que la mitad más pobre no se benefició en absoluto, no deja de acordarse uno de las lecciones del sabio barbudo, y no puede evitar representárselo dentro de su cabeza repitiendo una y otra vez la misma idea: «os lo dije».
Lo cierto es que, con la misma vehemencia con la que sus ideas fueron expandiéndose y aplicándose a los sistemas políticos de numerosas lugares en todo el mundo, una serie de catastróficas desdichas (por utilizar un eufemismo), fueron refutando la validez de las mismas.
Pero el hecho de que tuviera razón o no ya no es el debate en cuestión, sino que lo que él consiguió es poner el debate sobre la validez del capitalismo en el centro del pensamiento, y eso es incuestionable.

Ahora bien, sus ideas acerca de lo que es, en esencia, el ser humano son difícilmente refutables:
“La esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo; es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales”. (Tesis VI contra Feuerbach).
¿Quién no ha sentido alguna vez que sus obligaciones diarias le separan a uno de su verdadero ser? ¿Quién no ha sentido alguna vez la necesidad de querer escapar de todo? ¿Quién no ha tenido ganas alguna vez de protagonizar una revolución?, y ¿quién no ha necesitado alguna vez volver a encontrase con uno mismo? Si lo más esencial al ser humano es la relación que establece con la naturaleza, transformándola, explotándola en su justa medida, en un acto de libertad y responsabilidad (aquí está la clave de su materialismo), ¿cómo es que ésta se le vuelve ajena, cómo si no tuviera nada que ver con uno mismo? ¿Cómo hemos llegado a una situación tal que la naturaleza, con todos los sujetos incluidos dentro, no es otra cosa que mercancía con la que generar un beneficio? Y la más importante: ¿quién se está quedando ese gran beneficio?
Algunas de estas preguntas son las que sobrevuelan el resumen de su pensamiento, que os dejo aquí:
Como es costumbre ya en algunos autores, viene precedido por una introducción al contexto histórico y socio-cultural que describe el ambiente del que surge nuestro filósofo:
Si queréis introduciros más aún en su vida, os dejo una película del 2017 dirigida por Raoul Peck, que os ayudará bastante:
Internet está plagado de información sobre él y sobre su influjo posterior. Basta con echarle un vistazo al siguiente documental:
Si os gusta el manga, aquí tenéis una serie que no está nada mal:
Si un texto suyo cayera en la Evau, sería de su Introducción (Apartado A, [1] Historia) a «La ideología alemana«, escrita por el tándem Marx-Engels entre 1845 y 1846, que no se publicó hasta 1932. En este texto se encuentran muchas de las tesis principales del materialismo histórico.
Para los que deseen ampliar, aquí os dejo las «Tesis sobre Feuerbach«, publicadas en 1888, también «El capital«, y su famoso «Manifiesto Comunista» 1848 (directamente a la página 23).
Finalmente, nada como tener a mano un buen vocabulario (cortesía de Boulesis) para que los tecnicismos no detengan vuestro progreso:
¡Estudiantes del mundo, aprended!

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