
Sí, es cierto. Maquiavelo nunca llegó a pronunciar la famosa frase: «El fin justifica los medios». Todo lo más cerca que estuvo de decir esto fue cuando en el capítulo XVIII de «El Príncipe«, escribió:
«Cuando se trata, pues, de juzgar el interior de los hombres, y principalmente el de los príncipes, como no se puede recurrir a los tribunales, es preciso atenerse a los resultados: así lo que importa es allanar todas las dificultades para mantener su autoridad; y los medios, sean los que fueren, parecerán siempre honrosos y no faltará quien los alabe. Este mundo se compone de vulgo, el cual se lleva de la apariencia, y sólo atiende al éxito: el corto número de los que tienen un ingenio perspicaz no declara lo que percibe; sinó cuando no saben a que atenerse todos los demás que no lo tienen»
Al parecer la frase «El fin justifica los medios» la popularizó el mismísimo Napoléon Bonarte cuando, al terminar de leer un ejemplar de la obra, la escribió en la última hoja, a modo de reflexión personal final.
En cualquier caso, no es esto lo relevante, teniendo en cuenta que Napoleón no iba nada desencaminado en sus conclusiones.
La filosofía de Maquiavelo se encuadra en un momento histórico preciso que se concibe como una transición desde el mundo medieval al mundo moderno. Por eso es necesario entender en qué consiste este periodo denominado Renacimiento y de qué manera afecta al modo de hacer filosofía, antes de volcarnos de lleno en el estudio de un pensador que escribió una obra que revolucionó el pensamiento político y que ha sido y sigue siendo una referencia para cualquiera que quiera entender los entresijos de la teoría política.
Por eso esta entrada viene con un resumen complementario que ayuda a entender el contexto conceptual e histórico del que surge nuestro autor. Como en otras ocasiones, recomiendo empezar por aquí:
Pero no solo es destacable su teoría política sino que Maquiavelo consigue afianzar una nueva concepción del hombre muy diferente de la que la tradición había mantenido, entendiéndolo como un ser eminentemente institivo, programado para hacer el mal siempre que tenga oportunidad de hacerlo. Es evidente que su experiencia vital no debió estar dominada por el optimismo. De esta idea del ser humano intrínsecamente perverso es de donde podemos deducir su realismo político, que no es otra cosa que la consecuencia inmediata de la separación de la Política de las cuestiones morales y teológicas. Independizar a la Política de dogmas ético-teológicos: algo muy revolucionario y muy provocador para la época.
“Un hombre que siempre quiera hacer profesión de bueno fracasará inevitablemente entre tantos que no lo son”
Aquí os dejo el resumen de su pensamiento:
Pero como no solo de letras vive el hombre, ahí va una de series que ilustran muy bien cuáles son los procesos y los resultados que resultan de la aplicación de lo expuesto por Maquiavelo en «El Príncipe».
Me refiero a esta famosísima producción audiovisual, que representa a las mil maravillas qué tipo de circunstancias pueden empujar al gobernante a hacer todo lo posible por perpetuarse en el poder:
No se me ocurre mejor representación del tipo de virtudes que defiende Maquiavelo.
Hay que tener en cuenta que él se inspiró en la figura de César Borgia, cuya familia llegó a invitar a cenar a sus enemigos con la excusa de firmar la paz, cuando su verdadera intención era liquidarles más fácilmente.

Nada despreciable es la escena en la que Tyrion Lannister se entera de la masacre que ha sufrido la casa de los Stark a manos de la Casa de los Frey. Lo difícil aquí es determinar cuál de todos los personajes representa mejor el pensamiento Maquiavelo:
Porque todos los personajes, tanto los extremadamente «buenos» como los infinitamente «malvados», han seguido a pies juntillas los consejos del florentino. Incluso el personaje que, creo yo, más bondad transmite al espectador (John Snow), ha tenido ocasión de mostrar esa faceta «amoral» de la que debe hacer gala un Príncipe:
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