
Hoy toca el otro santo, el de Aquino. Este es más santo que Agustín, sin duda. Pero hay que ser justos y no quedarnos ahí. Lo cierto es que su obra es de una esquisitez sobresaliente. Sus agudos razonamientos y su profundo conocimiento sobre la filosofía clásica, lo convirtieron en uno de los profesores más memorables del medievo. Y aún cuando su temática pueda no sernos pertinente (esto ya depende de los gustos de cada cual), es cierto que representa una síntesis del modo de hacer de los pensadores de esta etapa (que algunos consideran «oscura» y otros «reveladora»), lo que desde el Renacimiento denominamos «escolástica».
Por escolástica entendemos: la forma de enseñar y aprender Teología y Filosofía en la Edad Media. Los instrumentos son la «lectio» (lo que hoy denominamos clase magistral) y la «disputatio» (discusión pública). Y el método consistía en las «disputas académicas» sobre temas de interés general que se desarrollaban según este esquema:
a) Se expone el tema en forma dubitativa, o se presenta la cuestión preguntándose retóricamente por ella (Por ejemplo, ¿Existe Dios?).
b) Se exponen las razones de los testimonios a favor o en contra del planteamiento inicial.
c) El escolástico responde de manera ordenada a las razones que no considera fundadas y da, finalmente, su propia opinión (determinatio).
Como siempre, os dejo el resumen de su pensamiento para poder contrastarlo con los apuntes.
Y para aquellos que no aguanten más sin zambullirse en su pensamiento, os dejo una de sus obras más conocidas: «Suma contra Gentiles«, concebida como un manual para los primeros misioneros que se suele clasificar como una síntesis teológica.
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